



Gonzalo de Berceo, como un cruce entre Bogart y Umberto Eco
'La taberna de Silos' convierte al primer poeta en idioma español en un detective descreído, enamoradizo, amante del vino y de las contradicciones
Serie Un ateo en Silos"Yo, maestro Gonçalvo / de Verceo nomnado, / yendo en romería / caecí en un prado, / verde e bien sencido, / de flores bien poblado, / logar cobdiciaduero / pora omne cansado». Así se presentó una vez Gonzalo de Berceo, el primer poeta de la lengua española, y así aprendieron sus lectores a reconocerlo como a un amigo, alguien con sentido del humor y mirada comprensiva. Berceo reaparece ahora no como escritor sino como protagonista de La taberna de Silos (Tusquets), una novela criminal en la que el poeta parece un poco Bogart, un poco Pantagruel y un poco Alatriste. Berceo, en La Taberna de Silos, tiene 30 años y es un monje descreído y amancebado, amante de su oficio de escritor pero más bien perezoso. Es un admirador de la uva tempranillo y de las mujeres de cierta edad y está levemente tocado de la cabeza porque combatió en las Navas de Tolosa y volvió a casa con eso que hoy se llama estrés postraumático. Un día, su superior en San Millán lo envía a Santo Domingo de Silos en una misión confua. Al llegar, Berceo encuentra una conspiración político-criminal que habrá de descifrar junto a un bonito elenco de secundarios: taberneras que parecen Brigitte Bardot en 1956, moriscos borrachuzos y sabios; confesores que arrastran las erres; brujas, fanáticos, caníbales... ¿Suena a El nombre de la rosa? Sí, claro y está bien así: que los creyentes recen por el alma del hermano Umberto.
Hay otro dato importante sobre La taberna de Silos: su autor firma con un seudónimo, Lorenzo G. Acebedo, y sólo se identifica como un hombre que abandonó el retiro monacal por una mujer. Sus explicaciones llegan ahora por escrito, sin que sea posible investigar su origen.
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«Como buen cristiano, Berceo era un hombre que apreciaba el pecado, pero sobre todo a los pecadores», empieza Acebedo. «Toda su obra rezuma el aprecio por los pobres y sus crímenes torpes y mira hacia donde nadie fija la vista: un cura bebedor, una monja que ama el placer, un desesperado que se quiere ahorcar... Eso no puede ser por escuchar pecados en confesión (es muy irritante y suele tener el efecto contrario) sino por aprecio natural»
Además, Acebedo sostiene que Berceo «era un poeta que trabajaba haciendo propaganda para los monasterios, lo que llamamos ahora un intelectual orgánico. Me parece verosímil por contradictorio: un hombre bueno escribiendo a sueldo. Algo así solo se entiende en un hombre con altas dosis de escepticismo. Igual que Bogart».
Otro símil útil para entender La taberna de Silos es Rabelais, porque en el monasterio que describe Acebedo se asesina, se bebe y se fornica alegremente. «En términos teológicos yo creo que es un monasterio virtuoso. La conciliación entre pecado y virtud es cuestión estrictamente teológica. Por ejemplo: es pecado tomar carne en ciertas temporadas de vigilia. ¿Qué hace ante este problema teológico un abad pecador? Le dice al cocinero que ase una pata de vaca para él y se la zampa a escondidas. ¿Qué hace un abad virtuoso? Mete una vaca en el río y hace que los monjes la pesquen, de modo que la vaca se convierta en pescado. Luego la reparte con los monjes y punto».
Su novela tiene también un valor como libro de Historia, como retrato de las luchas de poder y de la cuestión morisca. Por La taberna de Silos aparecen varios personajes que habitan en «el oscuro límite entre árabes, mozárabes, moriscos y cristianos», igualq que todos podemos transformarnos en ángeles o en demonios, o en carne o pescado». El más inolvidable de ellos es Lope, el escudero de Berceo, un santo bebedor que habla castellano como si fuese un sirio pero que se dice más cristiano que el Cid. «Como muchos de nosotros, es un tipo de mal acomodo. Que sea sabio, moro (otra palabra que abarca demasiado y que yo solo puedo usar con cariño) y amante del vino no tiene nada de extraño. ¡Mucho cuidado con los omeyas y el vino!».
¿Y lo de las luchas de poder? "Como cualquier centro de poder, la Iglesia siempre ha estado en competencia con otros poderes y ha tenido facciones compitiendo entre sí. Y la principal causa de disputa es siempre la posesión de la tierra o de la industria agrícola. Ahí no se hacían prisioneros, como no se hacen ahora. El desacuerdo de los reyes con el Papa al poner obispos llevaba a excomuniones y guerras. De hecho, donde más rápido se ponían de acuerdo era en arrebatar las tierras a sus antiguos poseedores no cristianos (lo que los libros de historia llaman la Reconquista). Luego los obispos chocaban con las órdenes monacales: asociaciones religiosas de civiles, para decirlo pronto y mal, que se juntaban a rezar y acumular poder y dinero procedentes de la misma fuente, que había que disputar con los nobles. Ahora la Iglesia tiene menos fuerza, y ha tenido que aprender a conciliar lo inconciliable. Pero sus (supuestos) conflictos con el Estado por los impuestos y la tierra son del mismo orden que entonces".
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