



HSBC aflora la crisis de Canary Wharf, el emblema financiero británico: ''Ni loco trabajaría en un sitio así''
El gigante bancario mueve sus oficinas al centro de Londres con un 40% menos de espacio y más ''trabajo híbrido''
"Personalmente, creo que me volvería loco trabajando en un sitio como ése", dijo el entonces Príncipe Carlos allá por 1990, apuntado hacia los rascacielos que emergían en Canary Wharf, el segundo distrito financiero de Londres. Aquel mini-Manhattan aséptico, levantado en el enjambre de muelles y canales que rodea la Isla de los Perros, fue uno de legados más visibles de la era Thatcher, como emblema de liberalización de los servicios financieros.
La propia Thatcher lo describió como "uno de los proyectos más excitantes que he conocido", aunque ella misma acabó saliendo por la puerta de atrás de Downing Street meses antes de ver erigido One Canada Square, el gigante de 235 metros de altura que parece ahora el vestigio fantasmal de otra era.
Cinco de los diez edificios más altos de las islas británicas han llegado a estar en Canary Wharf (literalmente, el "muelle del canario"). Pese a los problemas iniciales, el "downtown" a la americana de Londres levantó el vuelo durante los felices noventa y dobló la esquina del siglo. Hasta que llegó el batacazo de la debacle financiera, seguido al cabo de una década por el parón del Covid.
El anuncio de esta semana del HSBC, confirmando que dejará su rascacielos emblemático de 45 pisos entre los muelles del Támesis para volver a la City de Londres, ha sido interpretado como el mayor golpe contra el futuro de Canary Wharf desde que Lehman Brothers desalojó en el 2008 la torre de 33 alturas a la vuelta de la esquina.
"Las oficinas donde trabaja la gente cinco días a la semana van a ser innecesarias", advirtió el director ejecutivo del HSBC Noel Quinn, en el momento de justificar el movimiento de piezas. La nueva sede del banco, en el complejo Panorama junto a la catedral de St. Paul, será bastante más reducida y albergará a menos de la mitad de los 8.000 empleados en Canary Wharf, en la línea marcada para la reducción de un 40% del espacio de oficinas.
El traslado ha sido celebrado como "un enorme voto de confianza en la City", que siempre consideró el segundo distrito financiero como una amenaza existencial. El cambio obedece sin embargo a una tendencia inevitable, la del "trabajo híbrido", que empezó a imponerse durante los confinamientos y que está cambiando radicalmente las pautas de movilidad de Londres.
Antes de la pandemia, unos 120.000 trabajadores circulaban todos los días por la estación de metro de Canary Wharf. En febrero del 2021, la cifra cayó a 19.282 personas y la tendencia se ha mantenido desde entonces. El éxodo es la solución más radical, pero muchas empresas optaron a la salida de los confinamientos por una mayor flexibilidad laboral y una reducción del espacio para oficinas.
Entre ellas, Revolut, que nació precisamente en la incubadora Level39 en Canary Wharf y echó el ancla en Westferry Circus. Sus 800 trabajadores en Londres alternan ahora el trabajo en casa con los ocasionales encuentros "cara a cara" en un espacio adaptado a las nuevas circunstancias. La firma de abogados Clifford Chance, que llegó a ocupar todo un racacielos en Upper Bank Street durante dos décadas, también se ha apuntado a la moda del "agile working" que permite a sus trabajadores llevarse la tarea a casa dos días o tres días a la semana.
La consultora inmobiliaria JLL predice que el impacto del "trabajo híbrido" puede ser demoledor en los próximos años en Canary Wharf, con 1.500.000 metros cuadrados de suelo disponible para oficinas. La agencia Moody rebajó recientemente al mínimo la calificación del Canary Wharf Group -que se jactaba de haber construido en los útlimos diez años más espacio que ningún otro promotor en el Reino Unido- por considerar que se enfrenta a "dificultades operativas y de financiación".
Aunque otros bancos como el Citigroup y Morgan Stanley se resisten de momento al éxodo, los promotores confían en atraer a nuevos sectores, más allá de la finanzas, y convertir Canary Wharf en un "hub" de biociencias, con la reconversión de espacios en laboratorios.
La construcción de Landmark Pinacle, el edificio residencial más alto del Reino Unido con 75 pisos, aspira también a imprimir un giro en el hasta ahora desolado desierto de oficinas. Wharflife, la revista local que reparte 15.000 ejemplares, da cuenta de la inicipiente -aunque aún no vibrante- vida de la "comunidad local" que está tomando cuerpo a la sombra de los rascacielos.
Contra viento y marea, como si volviéramos a la era Thatcher, el secretario del Tesoro Jeremy Hunt se desmarca de pronto estos días anunciando su intención de crear "12 potenciales Canary Wharfs" a modo de "zonas de inversión" en toda la geografía británica, de Manchester a Liverpool, pasando por Gales y por Escocia.
Las reacciones en las redes no han hecho esperar... "No estoy seguro de que el Reino Unido necesite 12 Canary Wharfs, he visitado ese lugar y es deprimente". "Dados los quejidos que experimento cada vez que tengo que ir a Canary Wharf, no parece particularmente atractivo ver ese modelo replicado". "El Reino Unido tiene ya un centro financiero y está en declive ¿Necesitamos más?".
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