



La batalla por el poder deja más de 100 muertos en Sudán: ¿qué está pasando en el país?
La lucha entre los líderes de dos ejércitos enfrentados dificulta la transición pacífica y saca a la luz una crisis humanitaria que no deja de crecer
Desde el pasado sábado Sudán es escenario de violentos enfrentamientos que han dejado al menos 97 civiles muertos -entre ellos, tres empleados de Naciones Unidas- y casi un millar de heridos. La cifra de muertos podría ser mucho mayor puesto que los equipos de emergencia no pueden desplazarse en varias zonas del país por la intensidad de los combates entre el Ejército de Sudán y los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido, los dos bandos que se disputan el poder.
¿Cuál es el trasfondo del conflicto?
La violencia se ha desatado tras semanas de enfrentamientos entre el ejército y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés), un grupo paramilitar. El país estaba al borde del conflicto después de que unidades de las RSF se hubieran movilizado en varias ciudades sin el consentimiento del Ejército. Al frente de éste está el general Abdelfatah Al Burhan y liderando las RSF, Mohamed Hamdan Dagalo (también conocido como Hemedti). Ambos controlan el país por la inexistencia de un Gobierno desde hace meses. El mayor desacuerdo entre ambos es la futura integración de las RSF en las fuerzas armadas del país.
¿Qué son las RSF?
Las Fuerzas de Apoyo Rápido son el principal grupo paramilitar de Sudán que, según los analistas, cuenta en la actualidad con 100.000 combatientes y bases por todo el país. Tienen su origen en la milicia Janjaweed, surgida en los 80 en Darfur. En 2013, Omar al Bashir les dio a sus líderes rangos militares antes de desplegarlos para aplastar una rebelión en el sur de Darfur (un conflicto que se remonta a más de una década antes y que ha dejado 300.000 muertos y 1,8 millones de desplazados). Un año después, fueron aceptadas por la Constitución de Sudán como un cuerpo de seguridad. En 2019, sin embargo, las RSF dirigidas por Dagalo cooperaron con el ejército del país para derrocar a Bashir. Este año fueron acusadas de vulneración de derechos humanos, incluida la masacre de 120 manifestantes en junio de 2019.
¿Qué pasó en 2019?
En realidad, todo empezó en diciembre de 2018. Entonces se iniciaba una revuelta, en principio por motivos económicos, para protestar por la subida del pan y otros productos básicos. Era una medida de ajuste propuesta por el Fondo Monetario Internacional y pactada con Omar al Bashir (que llevaba casi tres décadas presidiendo el país con puño de hierro). Semana a semana la población fue encendiéndose contra el Gobierno por la crisis en un país que, paradójicamente, cuenta con importantes reservas de petróleo. Omar al Bashir -sobre el que pesa una orden de arresto de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra- fue depuesto finalmente en 2019 por un golpe militar .
¿Y qué pasó con la población que había estado protestando?
El ejército acordó compartir el poder con los civiles y, mientras continuaban las protestas, pactó la formación de un Consejo Soberano formado tanto por civiles como por militares en el que el economista Abdalá Hamdok fue nombrado primer ministro. Pero el acuerdo saltó por los aires. En octubre de 2021, el ejército de Sudán, encabezado por el general al Burhan, volvió a dar otrogolpe de Estado y puso al primer ministro Hamdok en arresto domiciliario. Aunque semanas después fue liberado y repuesto en el cargo, acabó dimitiendo en enero de 2022.
Hay que precisar que el golpe de 2021 no había sido algo aislado. Otros tres países del África subsahariana, Chad, Malí y Guinea también acababan de vivir levantamientos militares. En un escenario pospandémico, las circunstancias locales parecían alimentar a las élites militares para hacerse con el poder. En Sudán, el golpe acabó con las reformas iniciadas por el gobierno de transición y supervisadas por el FMI. La ayuda externa dejó de llegar y eso empeoró aun más una situación humanitaria ya de por sí muy precaria.
¿Quién gobierna en Sudán?
El general AbdelFatah Al Burhan gobierna de facto desde 2021: su número dos es Mohamed Hamdan Dagalo . En diciembre de 2022, los dos firmaron un acuerdo inicial para otra transición y un gobierno civil. Pero el 5 de abril, la firma del acuerdo se paralizó por los planes de integrar a las RSF en las fuerzas armadas y porque, en realidad, ambos líderes quieren controlar el país y ninguno está dispuesto a ceder. Burhan y Dagalo se acusan mutuamente de ser responsables del estallido violento.
¿Se ve un fin a la violencia?
Las explosiones y los disparos siguen retumbando en Jartum, donde ayer se podía ver a grupos de persona corriendo con sus pertenencias en mitad de los combates. Al miedo hay que sumar el corte de todos los servicios básicos en numerosos barrios que los bombardeos han dejado sin electricidad ni agua potable. La violencia coincide además con el ramadán, cuando los musulmanes no pueden beber ni comer durante el día; ir a por agua en plena noche se antoja casi imposible. La situación en el país no es mucho mejor. Según la ONU, más de un tercio de la población vive una inseguridad alimentaria grave. A este panorama hay que añadir diversos factores geopolíticos. La ubicación estratégica del país -cercano al Mar Rojo, al Sahel y al Cuerno de África- además de su riqueza agrícola y petrólifera atraen intereses regionales que dificultan una transición pacífica. A nivel global, las potencias occidentales temen el potencial de una base rusa en el país (la primera en el continente), a la que los líderes militares sudaneses dieron su bendición en febrero.
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