



Mía es la venganza, la peor serie de la semana: lo malo, si mucho, dos veces malo
A una serie diaria se le perdonan muchas cosas, incluidos algunos tópicos, pero no el aire de cutrez
Lydia Bosch "Hay pocos personajes femeninos de cierta edad y el teléfono suena menos con los años"Cuando se publique esto, Mía es la venganza ya estará sola. La serie diaria de la sobremesa de Telecinco ya no tendrá a Sálvame como apoyo en la parrilla. Por mucho que esta ficción protagonizada por Lydia Bosch forme parte de la estrategía de "la nueva Telecinco" (sea lo que sea eso), emitirse justo antes del programa puntal de la cadena le beneficiaba más que le perjudicaba. Ahora, con nuevos compañeros de aventura, habrá que ver qué pasa.
Hacer una serie diaria es una proeza. Si ya escribir una ficción semanal de largo recorrido es un esfuerzo enorme, imaginen una destinada a tener cientos, si no miles, de episodios. Hay que pensárselo mucho antes de desechar una trama o tachar una línea de diálogo porque en un culebrón cada minuto ganado al silencio es oro. Pero aun así hay series diarias y series diarias. Las hay buenas, pasables y malas. Mía es la venganza es de estas últimas. Las prisas con las que este tipo de formatos se conciben y producen son las responsables de que su brecha de calidad con series menos aceleradas sea evidente. Sin embargo en algunas ese margen supera lo tolerable.
La cutrez de Mía es la venganza no puede explicarse sólo porque sea un producto de fabricación y consumo rápido, casi instantáneo. Su aparente sobriedad, ya de por sí pobretona, luce tercermundista y deprimente en una cadena llena de colorín y luces a tope. En ese entorno tienen más sentido astracanadas lisérgicas como Gym Tony. Puestos a hacer series en gimnasios, mejor aquel vodevil cutre-lux que los dramas familiares del wellness club (léase con entonación de Yolanda Ramos) supuestamente finísimo de Mía es la venganza.
En su nueva serie, Lydia Bosch es Sonia Hidalgo, dueña y directora de un club deportivo de postín (léase con entonación de Gracita Morales). Sonia tiene un secreto. Y un trauma. En la primera escena del primer episodio vemos su mito fundacional. Dramón. Hoy es una villana pero ya saben aquello de yo soy rebelde porque el mundo me ha hecho así. El resto de personajes de Mía es la venganza también tienen sus dobleces, porque descartar esas cosas en la sala de guionistas es, en una serie diaria, casi temerario. Pero Mía es la venganza podría esforzarse un poco más presentando personajes y armando historias.
Por mucho que los espectadores sepan a lo que se exponen cuando se enchufan a un serial de ricos y pobres (y éste lo es), que todo sea tan predecible es aburridísimo. Aunque Lydia Bosch nunca haya sido una gran actriz (y estoy siendo generoso), convertirla en la matriarca implacable de un culebrón es una buenísima idea. Tan buena como intentar refrescar la parrilla de una cadena sustituyendo un cabaret chiflado como Sálvame por programas más... ¿normales? Lo que no tengo tan claro es que hacer lo mismo que hace tu competencia sea una buena decisión. Sobre todo si lo haces peor. La sensación de que todo vale y todo da igual está siempre presente en Mía es la venganza. Eso está al límite de despreciar a tus espectadores. Sálvame jamás lo hizo.
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