



Rodajes ecológicos: producir cine y series ya no tiene que ser un crimen medioambiental
Pantallas. Los nuevos protocolos terminan con la vieja cultura del derroche en el sector audiovisual
'La autopsia' Terror en españolCuenta la leyenda que para el rodaje de Orgullo y pasión, en 1956, alguien propuso derribar de verdad un trozo de la muralla de Ávila. La idea era reconstruirla después, que conste. También se cuenta que que en una escena de Gladiator se quemó un bosque entero en el Reino Unido aprovechando una deforestación programada. Menos prudente fue el rodaje de La playa, que acabó con una condena del Tribunal Supremo de Tailandia a la 20th Century Fox por alterar el paisaje de las islas de Phi Phi Lek.
Y, si hablamos de rodajes insostenibles, el más famoso es el de Apocalypse Now. Coppola encontró su Vietnam en Filipinas porque el régimen de Ferdinand Marcos prestó helicópteros y permitió quemar árboles para ilustrar sin metáforas ni fundidos en negro los efectos del napalm. La naturaleza se vengó con un tifón.
Algo así no se le ocurre hoy a nadie, entre otras cosas porque los efectos especiales son más baratos, pero hay estrellas de cine que aún viajan en jets privados y no faltan ejemplos de la destrucción que causan el cine, la tele y la publicidad. La empresa tecnológica Creast, que colabora en la segunda temporada de El inmortal, estima que tres días de rodaje dejan una huella de carbono de 20 toneladas de CO2, equivalente a lo que contamina una familia de cuatro personas en tres años. Y la tradición en los rodajes modernos ha sido siempre la de ofrecer botellas de agua a todo el mundo, todo el tiempo. En una filmación de siete semanas se gastan 15.000 botellas de plástico, según la consultora Mrs. Greenfilm.
Algo está cambiando, sin embargo. Es significativo que cada vez se vean menos planos de lluvia, que ya no se recrea de manera artificial. Y si hace falta regar para que brille el asfalto de noche, que siempre queda más peliculero, se utiliza agua no potable.
EL MUNDO ha podido comprobar que en las grabaciones de El inmortal para Movistar Plus+ tampoco se utilizan ya vasos de plástico, sino de cartón reciclable y con forma de cono, más difíciles de abandonar impunemente. Los trabajadores tienen botellas de aluminio reutilizables y ni siquiera en la comida se recurre a platos de usar y tirar, sino que son de loza.
Los expertos reconocen, no obstante, que «la industria aún no está madura para hacer todo lo necesario». La idea es implantar estos planes «poco a poco, para no asfixiar a las productoras».
Por alusiones, responden varios implicados. José Manuel Lorenzo, máximo responsable de DLO Producciones, asegura que colaboran «por responsabilidad social y por conciencia». «Lo hacemos con ganas, pero Movistar Plus+ también nos apoya en esto».
Domingo Corral, director de Ficción y Entretenimiento de la plataforma de Telefónica, confirma que apoya e impulsa las medidas. «No sé cuándo vamos a contribuir, pero sí hay un trabajo de concienciación, aún más importante en un sector que genera mucha opinión... Es más caro y complica un rodaje, pero es una buena causa», añade. «Es un trabajo en equipo que podemos llevar a cabo gracias a que hay un presupuesto que nos lo permite», corrobora Laura Menéndez, jefa de producción de El inmortal.
La Academia de Cine, el ICAA, Spain Film Commission y la Fundación Secuoya también están en el juego. Las subvenciones del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales exigen de un sistema de medición y registro de impacto medioambiental, así como de un plan de reducción de la huella de carbono. La Academia, por su parte, ha lanzado una guía de buenas prácticas y un Sello Verde para certificarlas. En la Unión Europea también se fomentan las prácticas del llamado Green Screen y se ofrece una «calculadora de carbono».
En Telefónica el plan es conseguir cero emisiones netas en 2040, 10 años antes de la fecha prevista en los acuerdos de París. Además, las emisiones inevitables se compensarán con proyectos basados en la naturaleza.
Con los ecománagers y los ecoconsultores en auge, cada departamento puede realizar sus propias aportaciones. Se habla con todos para estudiar necesidades específicas. En maquillaje, por ejemplo, se utilizan cosméticos no testados en animales y se renuncia a los aerosoles. En vestuario, cada vez se reutiliza más la ropa, algo parecido a lo que se hace con los fungibles y el material sobrante, que se guarda para fomentar la economía circular.
Los problemas más graves tienen que ver con la energía y el transporte. Los focos siguen siendo grandes consumidores, aunque las luces LED van a favor del cambio. Tampoco es fácil dar soporte ecológico a los grupos electrógenos y faltan camiones de bajas emisiones para acarrear materiales. Es un problema global. Sí se intenta que los traslados de personal sean más ecológicos y se incentivan los viajes compartidos. Además, el 80% de los coches utilizados son eléctricos o híbridos.
En el capítulo de la alimentación, una de las medidas más llamativas es que se pesa la basura a diario para prever con antelación cuánta gente comerá cada día y el número de menús veganos y aptos para intolerancias. Incluso se comprueba que se utilicen materias primas de temporada, se intenta que los platos incluyan fruta y legumbres y se mide el gasto energético del cocinado. Solo falta poner a dieta al equipo.
"Queremos conocer la realidad y luego ver qué se puede hacer. La sostenibilidad es más cara, pero también consiste en consumir lo menos posible, por lo que no siempre será así", explica esperanzada una de las responsables de estos rodajes ecológicos. La sostenibilidad perfecta no existe, pero el objetivo es medir bien y actuar allá donde el impacto sea más efectivo.
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